MI
CONFRONTACIÓN CON LA DOCENCIA
En este breve ensayo
intento concentrar el trabajo realizado durante el módulo I de la especialidad
de competencias docentes para la
Educación Media Superior.
Mi experiencia como
docente tiene muchos puntos en común la de los compañeros que partimos de una
formación universitaria técnica, sin una preparación pedagógica, en la que
compartimos muchos sentimientos y procesos de mejora.
Desde
que era estudiante, en los años 80, de
la carrera de Biología, sabía que una de las oportunidades de trabajo que
tendría al concluir la carrera era la de
la docencia. La idea de ser maestro todavía no dominaba en mi cabeza, yo me
veía como un investigador en el campo y el laboratorio más que lidiando con
adolescentes en algún aula.
Sin
embargo, la oportunidad de ser docente llegó rápido, primero en la misma
escuela superior de biología, luego en el bachillerato.
La
actividad como maestro, para mi y para muchos de mis cogeneracionales, era para
aquellos que habían fracasado en la obtención de una ocupación digna de un
científico, de tal forma que quienes incursionábamos en la docencia lo
considerábamos como algo temporal o poco digno de platicar en las reuniones con
nuestros excompañeros. Pensando de está manera rechacé en más de una ocasión el
dar clases a nivel secundaria porque me resultaba denigrante.
Pasó el
tiempo y la condición temporal como maestro se volvió permanente, ya son más de
veinticinco años en que comparto la actividad docente con actividades
profesionales de diversa índole.
La
reflexión de Esteve, La aventura de ser
maestro, parece un retrato de mi vida como docente. Mi primera experiencia
en el aula resultó aterradora, no tenía
idea de que actitud tomar frente al grupo, me concreté a llevar la mayor
cantidad de información posible tanto en mi memoria como en materiales de
apoyo, los resultados no fueron tan malos pero no me sentía satisfecho.
Viene
entonces la etapa del ensayo y el error, trato de imitar las prácticas docentes
de los que consideraba mis mejores maestros (que tampoco habían tenido
formación pedagógica), trato de reconocer que prácticas y actitudes me dan
mejores resultados y al paso de los años me voy puliendo como un mejor maestro.
Posteriormente,
por necesidad doy el salto a la educación media superior, con otras
características diferentes a los que ya me había acostumbrado en la educación
superior: grupos más numerosos, menos recursos didácticos, estudiantes más
inquietos, menos acostumbrados al trabajo constante y sin definición
vocacional. Entra aquí un elemento al que no había enfrentado, la disciplina
del grupo y se da un nuevo choque, resulta desgastante tratar de mantener el
orden en los grupos, ¿qué actitud asumir? Sacar el látigo y a base de castigos
mantener el orden, o no tomarle importancia y darme por bien servido si un
puñado de los integrantes del grupo logra algún aprendizaje. Finalmente el
ensayo y error me ubica en un punto medio.
Aquí
aparece la formación pedagógica, en una de las escuelas donde trabajaba, tomo
mis primeros cursos de formación docente, empiezan a aparecer explicaciones
sobre muchas cosas que no entendía de mi desempeño docente (que había resuelto
mediante el ensayo y el error) y aparece la luz en muchos pasadizos oscuros que
aún tenía.
La
formación docente se convierte en un elemento muy importante en mi actividad
como maestro y, de manera imperceptible, actuó como catalizador para mejorar
paulatina pero eficientemente mi desempeño en los diferentes espacios de
aprendizaje.
El
sentimiento de frustración que tenía en mis inicios como maestro se ha ido
transformando en un sentimiento de orgullo y satisfacción a través del tiempo y
la mejora como profesor que he descrito, siento un gran placer al reconocer a
alguno de mis exalumno que se ha desarrollado exitosamente en alguna profesión
o simplemente en su vida.
La
percepción que tengo ahora sobre mi como
docente es la de una persona paciente, tolerante, con un alto nivel de empatía,
comprometido con la adquisición de aprendizajes por parte de mis alumnos,
preocupado en que estos aprendizajes les sean útiles para desempeñarse mejor en
su trabajo o para que puedan adecuarlos a su vidas de tal manera que
interpreten mejor los fenómenos y procesos que les suceden cotidianamente.
El
cambió al nivel medio superior fue fundamental para formarme como docente,
el haberme mantenido en el nivel
superior, al nivel de especialidad en que me encontraba, no me hubiera exigido
el desarrollo de competencias docentes, simplemente tendría que mantenerme
actualizado en la información del área en que me desarrollaba.
Los
jóvenes acceden a la educación media superior en la adolescencia, una etapa
particularmente difícil, llenos de indefiniciones, de temores y de ilusiones.
Es una gran responsabilidad para nosotros, los docentes de este nivel educativo,
el formar parte del tránsito de estos
jóvenes a la adultez, de desarrollar competencias y valores en ellos, de
prepararlos para la vida y para el trabajo. Es motivo de satisfacción para
nosotros reconocer que en mayor o menor medida cumplimos con este objetivo y
que los jóvenes egresan de nuestros planteles preparados para incorporarse al
nivel superior o al mundo del trabajo.
Algunos
motivos de insatisfacción como docente lo ha vivido con la difusión a través de
los medios de comunicación los resultados de la prueba PISA, en la que
participan los países incorporados a la OCDE (la mayoría de los países de
primer mundo) y más recientemente (a partir de 2008) la prueba ENLACE,
particularmente la aplicada a los estudiantes de sexto semestre de nivel medio
superior. En ambos casos los resultados están lejos de ser satisfactorios, en
el caso de PISA, México ocupa los últimos lugares y en ENLACE los porcentajes
de bueno y excelente todavía son preocupantemente bajos. Esto resulta
desanimador para mí ya que considero parte de estos malos resultados son mi
responsabilidad.
Por
otra parte, la imagen pública que se ha creado el docente en los últimos años,
como un personaje conflictivo que pasa más tiempo en las calles que atendiendo
a sus alumnos en el sus planteles, la presencia de una lideresa del magisterio,
eternizada en su puesto y ocupada en coquetear con el gobierno en turno también
son motivantes de insatisfacción para mí.
Resulta
interesante, al revisar la experiencia de mis compañeros de la especialidad,
darse cuenta que a pesar de pertenecer a instituciones diferentes, a estar en
regiones diferentes, de tener diferentes formaciones profesionales, de habernos
formado en diferentes generaciones, tenemos muchas cosas en común en relación a
nuestro trabajo docente, en nuestras expectativas, en nuestros motivos de
satisfacción y preocupación, en nuestras actitudes ante los problemas, en
nuestras convicciones sobre nuestro trabajo.
Este
ejercicio de reflexión ha producido en mi una especie de catarsis, en la que he
visto pasar ante mi las diferentes etapas de mi vida como docente, trayéndome
nuevamente sentimientos de angustia y alegría y ha renovado la motivación para
desempeñar mi trabajo como docente.
Coincido con sus comentarios, en el que iniciamos sin una preparación pedagógica pero con el entusiasmo de compartir los conocimientos y que éstos pudieran ser parte de la formación de otras personas.
ResponderEliminarSaludos...
Querido colega, gracias por sus comentarios y en efecto, la preparación inicial como docente se complementa con el entusiasmo; espero enbreve comentar tu trabajo.
EliminarSaludos.
Buenas noches profesor.
ResponderEliminarEs un gusto leer sus lineas.
Sin duda, ser docente es un gran reto y lo felicito por su esfuerzo constante